Dos desconocidos

Fueron dos desconocidos que un dia se encontraron, fueron dos grandes amigos que después se enamoraron

17 de febrero de 2012

Adiós

Se oía de fondo el ruido se las sirenas de los trenes, y el ajetreo de la gente. Pero para Camille y Jhonatan nada mas existía el uno para el otro y un tren que los separará.
Estaban abrezados, ella llorando como una magdalena y el consolándola como podía.
- Tranquila, tranquila... - decía él.
- Te voy a echar mucho de menos - sollozaba - demasiado... - y seguía llorando en los brazos de él.
- Yo a ti también, pero tengo que ir, sino, ¿que sera de ella?
- ¿Pero para eso te tienes que ir para siempre?
- No para siempre...
- Pero sera demasiado tiempo - seguía sollozando.
- Camille, solo se una cosa, da igual el tiempo que estemos separados, yo siempre te querré, y te amare. Cuando vuelva te buscare como un loco, y cuando te encuentre ya no nos volveremos a separar - le dijo él, a la misma vez que ella volvía a llorar aun más.
De fondo se escuchó una voz que anunciaba que el tren saldrá dentro de cinco minutos. Camille, llorando, se echó en los brazos de Jhonatan.
- Volveré pronto, te lo prometo - dijo él.
Se acercaron aun más y se dieron el último beso en mucho tiempo. Volvió a escucharse la voz que anunciaba el tiempo que faltaba, esta vez dijo que los pasajeros subiesen. Jhonatan con mucho esfuerzo se separo de Camille y subió al tren, ella se quedo en el sitio llorando.
Jhonatan se sentó en unos asientos que estaban a la parte de atrás de la puerta para poder decirle adiós con la mano. Cuando Camille lo vio no pudo evitar caerse de rodillas y ponerse a llorar. Allí se quedo durante unas cuantas horas.

16 de febrero de 2012

Una visita "especial"

El día 12 del pasado agosto una especie de "cometa" fue visto en la madrugada. Conforme pasaron los minutos se fue acercando más. Entonces pudimos, mi compañero y yo, diferenciar perfectamente ese OVNI.
Efectivamente, era un platillo volante. Nos quedamos anonadados. Al aterrizar, una compuerta se abrió y salió un alienigena.
Lo primero que hicimos fue darle la bienvenida, luego le preguntamos, como pudimos, su nombre y de donde venia. Nos contestó con unos símbolos muy extraños en el suelo.
No supimos qué significaba pero le llamamos David. En la furgoneta del programa nos fuimos hasta Cabárceno. De camino nos fijamos en cómo era; un enanito verde y con pinta de mafioso. Cuando llegamos le enseñamos el zoo, para que viera las especies animales que existen en nuestro planeta. Estuvimos allí hasta las tres de la tarde. Fuimos justo cuando hacia una ola de calor - ¡Que suerte! - me dije irónicamente. Como tres niños disfrutamos del zoo, compramos unos helados, etc.
Volvimos a la nave de "David". Con unos gestos nos invitó a entrar. Lo hicimos. No sé cómo pero en un abrir y cerrar de ojos nos encontramos en una tierra desconocida.
Imaginense: unos árboles de colores, pequeñísimos, más enanítos verdes con pinta mafiosa...
Era su planeta natal, bueno era... era... como un mundo de fantasía - pero lleno de mafiosos.
En fin, que al final nos salieron unos salpullidos por culpa de una flor rara y voluminosa a la tierra. Así que ya saben, sí se encuentran algún enanito verde con pinta de mafioso, no vagan a su planeta si no quieren tener sarpullidos por todo el cuerpo.

Escrito por: Daniel Soria Cantero

15 de febrero de 2012

Relato de un dia de un abogado

Este relato de un día en la vida de un abogado, uno de élite.
Por lo general, viste muy bien, con ropa de marca. Es un hombre alto con porte romano, de espalda ancha y piernas largas. Lleva unas gafas de diseño que hacen juego con su pelo negro, con una nariz y boca en perfecta armonía con sus ojos azabache.


Ahora empezaremos con su día, uno cualquiera:
Ese día en especial por una conjunción de los astros y misterios que desconocemos no suena el despertador (la pesadilla de todo abogado profesional). Sin tiempo de desayunar sale corriendo hacia el ascensor que, casualmente, está averiado; así que tendrá que bajar los cinco pisos saltando los escalones. No hay tiempo para coger el coche, un taxi será más rápido. Al acercarse (sudoroso por bajar aquellos cinco pisos corriendo) a la carretera y extender el brazo para llamar a un taxi, éste se acerca para recogerlo justo encima de un charco, empapándolo de agua negruzca y maloliente. Aun así se monta con cara de resignación y cabreo- Se seca como puede con su pañuelo y suspirando se agarra al asiento de delante para hacer que corriera más.

Al llegar se bajó corriendo sin mirar y tropezó con un perro que le mordió el tobillo al pisarlo, con gesto de sorpresa y dolor se levantó y fue al edificio cojeando. Cabizbajo se acercó a la puerta automática que, desgraciadamente, no se abrió hasta que se golpeó la cabeza con ella.

Furioso llegó al ascensor, donde por disimular su aspecto desaliñado miró hacia arriba todo el viaje hasta el piso 20 donde su cara cambió de color y mirando hacia el suelo, fue saludando a sus compañeros hasta llegar a su despacho, donde con prisa echó el cerrojo y se cambió de ropa, lavándose con el agua de un vaso de plástico para comenzar sus reuniones. Por fin pudo pasar el día como otro cualquiera, sonriendo a sus clientes, estrechando la mano firmemente mirando a los ojos de los demás hasta que el día acaba y cuando llega a casa se tira al sofá suspirando con los ojos cerrados y pidiendo que este día no vuelva a repetirse.

Solo el recordar las situaciones que tuvo que pasar se echaba la mano a la cabeza como cuando su jefe lo llamó al despacho y al llegar y ver la cara del jefe, un sudor frío recorrió su cuerpo. Lo saludó estrechándole la mano sudorosa y mientras escuchaba las quejas daba vueltas a un bolígrafo para calmar los nervios y pasaba la mano por su cabeza para que no se notara mientras asentía levemente.

Escrito por: Daniel Soria Cantero

12 de febrero de 2012

Homo gritosis

En el piso de arriba habita la peculiar especie, y que poco a poco va creciendo en la sociedad, una hembra de homo gritosis. Esta especie se caracteriza por tener un megáfono en lugar de una boca. La hembra que menciono tiene el pelo rubio, es pequeñita, y tiene bolsas en los ojos.
Su capacidad craneal es parecida a la de un homo sapíens. Para su desgracia solo utiliza un 82% de su cerebro para gritar, el resto para hacer las tres funciones vitales.
Su medio natural aun esta por descubrir, ya que es una especie muy territorial.
Normalmente suele llevar puesto ropajes, como chándales, conseguidos en las rebajas, entre otros tanto de homo rebajarensis. Su arma letal que accidentalmente usa contra sí misma es un cigarrillo.
Su idioma se parece al de un homo sapíen, mitad panocho, mitad jienense.
Sus crías son aun pequeñas; 11 y 5 años.
Como buena madre de homo gritosis que es, les enseña a sus crias como gritar y llorar. Con este objetivo les aplica el llamado grito maternal.
Aun se desconoce el origen de esta especie, pero algunos afirman que proviene del homo sapíens, ya que se parece tanto.

Escrito por: Daniel Soria Cantero

Romance de la condesita

Grandes guerras se publican,
en la tierra y en el mar,
y al conde Flores le nombran
por capitán general.
Lloraba la condesita,
no se pudo consolar,
acaban de ser casados
y se tienen que apartar.
-¿Cuantos días, cuantos meses,
piensas estar por allá?
-Deja los meses condesa,
por años debes contar.
Si a los tres años no vuelvo,
viuda te puedes llamar.

Pasan los tres y los cuatro,
nuevas del conde no hay,
ojos de la condesita
no cesaban de llorar.
Un día estando a la mesa
su padre le empieza a hablar:
-Cartas del conde no llegan,
nueva vida tornarás;
condes y duques te piden,
te debes, hija, casar.
-Carta en mi corazón tengo,
que don Flores vivo está.
No lo quiera Dios del cielo
que yo me vuelva a casar.
-Dame licencia mi padre
para el conde ir a buscar.
-La licencia tienes, hija,
mi bendición además.

Se retiró a su aposento,
llora que te llorarás.
Se quitó medias de seda,
de lana las fue a calzar.
Dejó zapatos de raso,
los puso de cordobán.
Un brial de seda verde
que valía una ciudad.
Y encima del brial puso
un hábito de sayal.
Esportilla de romera
sobre el hombro se echó atrás.
Cogió el bordán en la mano
y se fue a peregrinar.

Anduvo siete reinados,
morería y cristiandad.
Anduvo por mar y tierra,
no pudo al conde encontrar.
Cansada va la romera,
que ya no puede andar más.
Subió a un puerto, miró al valle
un castillo vio asomar:
-Si aquel castillo es de moros,
allí me cautivarán.
Mas si es de buenos cristianos,
ellos me han de remediar.
Y bajando unos pinares,
gran vacada fue a encontrar.
-Vaquerito, vaquerito.
te quería preguntar,
¿de quien llevas tantas vacas,
todas de un hierro y señal?
-Del conde Flores, romera,
que en aquel castillo está.
-Vaquerito, vaquerito,
más te quiero preguntar,
del conde Flores, tu amo,
¿como vive por acá?
-De la guerra llegó rico,
mañana se va a casar.
Ya están muertas las gallinas
y están amasando el pan.
Muchas gentes convidadas
de lejos llegando van.
-Vaquerito, vaquerito,
por la Santa Trinidad,
por el camino más corto
me has de encaminar allá.

Jornada de todo un día,
en medio la hubo de andar,
llegada frente al castillo,
con don Flores fue a encontrar.
Y arriba vio estar la novia
en un alto ventanal.

-Dame limosna buen conde,
por Dios y su caridad.
-¡Oh, que ojos de romera,
en mi vida los vi tal!
-Sí los habrás visto conde,
si en Sevilla estado has.
-La romera, ¿es de Sevilla?
¿Que se cuenta por allá?
-Del conde Flores, señor,
poco bien y mucho mal.
Echó la mano al bolsillo,
un real de plata le da.
-Para tan grande señor,
poca limosna es un real.
-Pues pida la romerica,
que lo que pida tendrá.
-Yo pido ese anillo de oro,
que en su dedo chico está.
Abriose de arriba a abajo
el hábito de sayal.
Al mirarla en aquel traje,
cayose el conde hacia atrás;
ni con agua, ni con vino,
no lo pueden recordar,
si no con palabras dulces
que la romera le da.
La novia bajó llorando
al ver al conde mortal,
y abrazando a la romera
so lo ha venido a encontrar.
-Malas mañas sacas, conde,
no las podrás olvidar.
Que en viendo una buena moza,
luego la vas a abrazar.
Mal haya la romerica,
quien te trajo por acá.
-No la maldiga ninguno,
que es mi mujer natural.
Con ella vuelvo a mi tierra,
adiós, señores, quedad;
quedese Dios la novia,
vestidica y sin casar,
que los amores primeros
son muy malos de olvidar.

Anónimo

10 de febrero de 2012

Odisea a las 7:00 am

Empezamos nuestra odisea a las 7:00 am, cuando mi querida vecina le sugiere a sus hijos que preparen sus mochilas y desayuno o sino se se acordaran de su p... madre, y sus hijos tan agradecidos (amables hasta lo desmesurado) le responden a su querida madre:
- ¡¡Que nooo!! ¡Que me dejeees!
Y la madre piensa en ese momento:
Oh, mi querido hijo no encuentra la mochila, esto es un problema, le pedié amablemente que mire con más atención y le dice:
- Que te he dicho que la busques, ¡¡me cago en D...!!  ¡¡O te arranco la cabeza!!
Al rato, cuando el hijo ya desesperado, llora (berrea) por no encontrar la mochila (por no buscarla) aparece la hermana mayor y para no desentonar entre tanta amabilidad y amor mutuo, empieza una nueva conversación diciendo:
- Preferiría otra ropa, a la que me has elegido querida madre (no me sale del coñ... ponerme esta ropa ¡¡me pondré lo que me de la gana!!)
Y la madre que ya estaba ocupada con el pequeño (dándole todo su amor), hace una pausa, como buena madre, para atender a su hija mayor y le dice con el corazón en la mano:
- Como te cambies de ropa te doy una hostia que te vuelvo la cabeza pa'trás.
Mientras el tiempo va pasando para ir al colegio, son las mañanas de mis queridos vecinos me dan tan desinteresadamente para que yo no tenga ni que poner la radio. Siendo esto un ejemplo...

Escrito por: Daniel Soria Cantero

3 de febrero de 2012

La cita

- ¿Que me pongo, que me pongo? - me repetía una y otra vez.
Miraba una y otra vez el armario pero no conseguía decidirme.
- Eso me lo puse ayer, eso es para el finde... ¿Pero que me pongo hoy?
  Seguía mirando el armario, no me decidía. Tras un cuarto de hora, o incluso más, decidí que me iba a poner mi falda blanca de volantes que me quedaba por encima de la rodilla, una camiseta d tirantes finos que por detrás se cruzan de color rosa, unas sandalias blancas con cuñas y un bolso pequeño también blanco. A continuación me fui a peinarme, cosa que también me llevo más de un cuarto de hora, deje mi cabellera, larga y ondulada, caer sobre mis hombros. Me pinté los labios de un rosa claro, me hice la raya en los ojos y me eché un poco de colorete. luego me vestí, me mire en el espejo, y me dije que iba perfecta.
  Cuando salí a la calle me encontré a Marina esperándome, llevaba un precioso vestido azul claro de tirantes con unas flores rosas en un lateral, unas sandalias rosas con cuñas y un bolso rosa a juego. Su pelo, corto y ondulado, suelto.
- Si que tardas, un poco mas y me largo a la heladería yo sola.
- Lo siento, no sabia que ponerme.
- Con el pedazo armario que tienes no me extraña.
- Ja, ja, que graciosa. Anda vamos que llegaremos tarde.
  Cuando llegamos a la heladería Carlos y Pablo ya estaban esperándonos sentados en una mesa al fondo, donde se estaba más fresco. Yo me senté junto a Carlos, y Marina con Pablo. Pedimos unos granizados de limón.
- Bueno, ¿por que habéis tardado tanto? - dijo Carlos mirándome de reojo.
- Sí, tengo yo la culpa, ¿contento? - le respondí sacando le la lengua.
  Y detrás de una sonrisa, le dio un trago a su granizado.
  Cuando terminamos los granizados, fuimos al cine a ver una película.
- ¿Que tal si ahora nos vamos a los bolos? - pregunto Pablo - me apetece ganaros.
- Sí, sí, ¿tú ganarnos?, ja. En todo caso tendrás ganas de perder... - respondió Carlos.
- Por mi vale, juguemos - respondí.
- Yo me apunto - dijo Marina.
  Dicho esto nos encaminados a la bolera. Pedimos las partidas y nos pusimos a jugar. Carlos y Pablo sabían como jugar bien; en cambio a marina y a mi se nos daba fatal, la mayoría de las veces se nos iba la bola por los laterales.
- ¿Carlos...? - dije.
- ¿Qué? - respondió.
- Ayúdame, que se me va siempre la bola por el lateral - le dije.
- Bueno..., si ay que hacerlo...
  Se acerco, cogió una bola y me la ofreció.
- Coge esta, te ira mejor.
  Después me arrastró hasta ponerme delante de la pista.
- Mira los pasos que sigo y después los imitas. Pero no lances la bola.
-Vale.
  Imité los pasos que él iba haciendo, varias veces hasta que me salio.
- Ahora lanza la bola - me dijo.
  Lancé la bola, esta vez no se fue por los laterales, y llegó a tirar unos cuantos bolos.
- ¡Bien! - dije casi gritando.
- Muy bien - me dijo Carlos.
  Me acerque a él y le di un beso.
- Gracias cariño.
- Siempre es un placer.
- Pareja que los demás también queremos jugar - dijo Pablo.
- Ya va - respondí, y volví a tirar, esta vez se derrumbe todos los bolos que quedaban -      
Por meterme prisa - le dije sacando le la lengua.
  Al final gano Carlos, detrás Pablo, yo y por último Marina.
- Jo... He quedado última.
- A ver pedido ayuda - le dijo Pablo.
- Vale, ¿la próxima vez me ayudaras, Carlos? - dijo.
- Ey, que me refería a mi - dijo Pablo.
- Ya, pero tú no sabes, solamente tienes suerte - respondió Marina.
- Ja, ja - se burlo Pablo.
- Bueno, ¿ahora que hacemos? - pregunté.
- Yo tengo hambre - dijo Carlos.
- Pues a comer que nos vamos - respondió Pablo pasando le el brazo por encima del hombro a Carlos.
- Pues venga, ¿que hacemos aquí plantados? - dijo Marina.
- Eso - respondí.
  En la pizzeria cada uno se pidió la pizza que quiso. Nos sentamos en una esquina del local.
- Que paliza os he dado a los tres - dijo Carlos.
- La próxima vez ganare yo - dije - ahora que se jugar...
- No, la próxima gano yo - dijo Pablo.
- Yo seguiré en última posición, como no - dijo Marina.
- Ya te ayudare yo - dije.
- Vale - respondió.
  Cuando nos acabamos las pizzas, fuimos ha dar un paseo por el parque. Pablo paso el brazo por encima del hombro a Marina, y Carlos me dio la mano. El parque era muy grande, uno se podía llegar a perder en él. Al salir del parque, Pablo y Marina se fueron por un camino diferente al nuestro.
- ¿Que tal te lo has pasado? - me pregunto Carlos.
- Muy bien, como siempre... - respondí.
- Me alegro - me dijo a la misma vez que me regalaba una hermosa sonrisa. Yo le respondí ruborizándome, cada vez que ponía una me pasaba.
  Cuando llegamos a mi casa, le invite a pasar puesto que mis padre no estaban. Él con otra sonrisa me dijo que sí, y como siempre, me volví a ruborizar.
- Como si estuvieses en tu casa - le dije.
- ¿A si...? - dijo con una sonrisa picara - ¿Puedo hacer esto? - se acerco aun más y me beso repetidas veces.
- Claro que sí..., cuando quieras - dije sonriendo.
- Perfecto - y siguió besándome.