Dos desconocidos

Fueron dos desconocidos que un dia se encontraron, fueron dos grandes amigos que después se enamoraron

12 de febrero de 2012

Romance de la condesita

Grandes guerras se publican,
en la tierra y en el mar,
y al conde Flores le nombran
por capitán general.
Lloraba la condesita,
no se pudo consolar,
acaban de ser casados
y se tienen que apartar.
-¿Cuantos días, cuantos meses,
piensas estar por allá?
-Deja los meses condesa,
por años debes contar.
Si a los tres años no vuelvo,
viuda te puedes llamar.

Pasan los tres y los cuatro,
nuevas del conde no hay,
ojos de la condesita
no cesaban de llorar.
Un día estando a la mesa
su padre le empieza a hablar:
-Cartas del conde no llegan,
nueva vida tornarás;
condes y duques te piden,
te debes, hija, casar.
-Carta en mi corazón tengo,
que don Flores vivo está.
No lo quiera Dios del cielo
que yo me vuelva a casar.
-Dame licencia mi padre
para el conde ir a buscar.
-La licencia tienes, hija,
mi bendición además.

Se retiró a su aposento,
llora que te llorarás.
Se quitó medias de seda,
de lana las fue a calzar.
Dejó zapatos de raso,
los puso de cordobán.
Un brial de seda verde
que valía una ciudad.
Y encima del brial puso
un hábito de sayal.
Esportilla de romera
sobre el hombro se echó atrás.
Cogió el bordán en la mano
y se fue a peregrinar.

Anduvo siete reinados,
morería y cristiandad.
Anduvo por mar y tierra,
no pudo al conde encontrar.
Cansada va la romera,
que ya no puede andar más.
Subió a un puerto, miró al valle
un castillo vio asomar:
-Si aquel castillo es de moros,
allí me cautivarán.
Mas si es de buenos cristianos,
ellos me han de remediar.
Y bajando unos pinares,
gran vacada fue a encontrar.
-Vaquerito, vaquerito.
te quería preguntar,
¿de quien llevas tantas vacas,
todas de un hierro y señal?
-Del conde Flores, romera,
que en aquel castillo está.
-Vaquerito, vaquerito,
más te quiero preguntar,
del conde Flores, tu amo,
¿como vive por acá?
-De la guerra llegó rico,
mañana se va a casar.
Ya están muertas las gallinas
y están amasando el pan.
Muchas gentes convidadas
de lejos llegando van.
-Vaquerito, vaquerito,
por la Santa Trinidad,
por el camino más corto
me has de encaminar allá.

Jornada de todo un día,
en medio la hubo de andar,
llegada frente al castillo,
con don Flores fue a encontrar.
Y arriba vio estar la novia
en un alto ventanal.

-Dame limosna buen conde,
por Dios y su caridad.
-¡Oh, que ojos de romera,
en mi vida los vi tal!
-Sí los habrás visto conde,
si en Sevilla estado has.
-La romera, ¿es de Sevilla?
¿Que se cuenta por allá?
-Del conde Flores, señor,
poco bien y mucho mal.
Echó la mano al bolsillo,
un real de plata le da.
-Para tan grande señor,
poca limosna es un real.
-Pues pida la romerica,
que lo que pida tendrá.
-Yo pido ese anillo de oro,
que en su dedo chico está.
Abriose de arriba a abajo
el hábito de sayal.
Al mirarla en aquel traje,
cayose el conde hacia atrás;
ni con agua, ni con vino,
no lo pueden recordar,
si no con palabras dulces
que la romera le da.
La novia bajó llorando
al ver al conde mortal,
y abrazando a la romera
so lo ha venido a encontrar.
-Malas mañas sacas, conde,
no las podrás olvidar.
Que en viendo una buena moza,
luego la vas a abrazar.
Mal haya la romerica,
quien te trajo por acá.
-No la maldiga ninguno,
que es mi mujer natural.
Con ella vuelvo a mi tierra,
adiós, señores, quedad;
quedese Dios la novia,
vestidica y sin casar,
que los amores primeros
son muy malos de olvidar.

Anónimo

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