Dos desconocidos

Fueron dos desconocidos que un dia se encontraron, fueron dos grandes amigos que después se enamoraron

3 de febrero de 2012

La cita

- ¿Que me pongo, que me pongo? - me repetía una y otra vez.
Miraba una y otra vez el armario pero no conseguía decidirme.
- Eso me lo puse ayer, eso es para el finde... ¿Pero que me pongo hoy?
  Seguía mirando el armario, no me decidía. Tras un cuarto de hora, o incluso más, decidí que me iba a poner mi falda blanca de volantes que me quedaba por encima de la rodilla, una camiseta d tirantes finos que por detrás se cruzan de color rosa, unas sandalias blancas con cuñas y un bolso pequeño también blanco. A continuación me fui a peinarme, cosa que también me llevo más de un cuarto de hora, deje mi cabellera, larga y ondulada, caer sobre mis hombros. Me pinté los labios de un rosa claro, me hice la raya en los ojos y me eché un poco de colorete. luego me vestí, me mire en el espejo, y me dije que iba perfecta.
  Cuando salí a la calle me encontré a Marina esperándome, llevaba un precioso vestido azul claro de tirantes con unas flores rosas en un lateral, unas sandalias rosas con cuñas y un bolso rosa a juego. Su pelo, corto y ondulado, suelto.
- Si que tardas, un poco mas y me largo a la heladería yo sola.
- Lo siento, no sabia que ponerme.
- Con el pedazo armario que tienes no me extraña.
- Ja, ja, que graciosa. Anda vamos que llegaremos tarde.
  Cuando llegamos a la heladería Carlos y Pablo ya estaban esperándonos sentados en una mesa al fondo, donde se estaba más fresco. Yo me senté junto a Carlos, y Marina con Pablo. Pedimos unos granizados de limón.
- Bueno, ¿por que habéis tardado tanto? - dijo Carlos mirándome de reojo.
- Sí, tengo yo la culpa, ¿contento? - le respondí sacando le la lengua.
  Y detrás de una sonrisa, le dio un trago a su granizado.
  Cuando terminamos los granizados, fuimos al cine a ver una película.
- ¿Que tal si ahora nos vamos a los bolos? - pregunto Pablo - me apetece ganaros.
- Sí, sí, ¿tú ganarnos?, ja. En todo caso tendrás ganas de perder... - respondió Carlos.
- Por mi vale, juguemos - respondí.
- Yo me apunto - dijo Marina.
  Dicho esto nos encaminados a la bolera. Pedimos las partidas y nos pusimos a jugar. Carlos y Pablo sabían como jugar bien; en cambio a marina y a mi se nos daba fatal, la mayoría de las veces se nos iba la bola por los laterales.
- ¿Carlos...? - dije.
- ¿Qué? - respondió.
- Ayúdame, que se me va siempre la bola por el lateral - le dije.
- Bueno..., si ay que hacerlo...
  Se acerco, cogió una bola y me la ofreció.
- Coge esta, te ira mejor.
  Después me arrastró hasta ponerme delante de la pista.
- Mira los pasos que sigo y después los imitas. Pero no lances la bola.
-Vale.
  Imité los pasos que él iba haciendo, varias veces hasta que me salio.
- Ahora lanza la bola - me dijo.
  Lancé la bola, esta vez no se fue por los laterales, y llegó a tirar unos cuantos bolos.
- ¡Bien! - dije casi gritando.
- Muy bien - me dijo Carlos.
  Me acerque a él y le di un beso.
- Gracias cariño.
- Siempre es un placer.
- Pareja que los demás también queremos jugar - dijo Pablo.
- Ya va - respondí, y volví a tirar, esta vez se derrumbe todos los bolos que quedaban -      
Por meterme prisa - le dije sacando le la lengua.
  Al final gano Carlos, detrás Pablo, yo y por último Marina.
- Jo... He quedado última.
- A ver pedido ayuda - le dijo Pablo.
- Vale, ¿la próxima vez me ayudaras, Carlos? - dijo.
- Ey, que me refería a mi - dijo Pablo.
- Ya, pero tú no sabes, solamente tienes suerte - respondió Marina.
- Ja, ja - se burlo Pablo.
- Bueno, ¿ahora que hacemos? - pregunté.
- Yo tengo hambre - dijo Carlos.
- Pues a comer que nos vamos - respondió Pablo pasando le el brazo por encima del hombro a Carlos.
- Pues venga, ¿que hacemos aquí plantados? - dijo Marina.
- Eso - respondí.
  En la pizzeria cada uno se pidió la pizza que quiso. Nos sentamos en una esquina del local.
- Que paliza os he dado a los tres - dijo Carlos.
- La próxima vez ganare yo - dije - ahora que se jugar...
- No, la próxima gano yo - dijo Pablo.
- Yo seguiré en última posición, como no - dijo Marina.
- Ya te ayudare yo - dije.
- Vale - respondió.
  Cuando nos acabamos las pizzas, fuimos ha dar un paseo por el parque. Pablo paso el brazo por encima del hombro a Marina, y Carlos me dio la mano. El parque era muy grande, uno se podía llegar a perder en él. Al salir del parque, Pablo y Marina se fueron por un camino diferente al nuestro.
- ¿Que tal te lo has pasado? - me pregunto Carlos.
- Muy bien, como siempre... - respondí.
- Me alegro - me dijo a la misma vez que me regalaba una hermosa sonrisa. Yo le respondí ruborizándome, cada vez que ponía una me pasaba.
  Cuando llegamos a mi casa, le invite a pasar puesto que mis padre no estaban. Él con otra sonrisa me dijo que sí, y como siempre, me volví a ruborizar.
- Como si estuvieses en tu casa - le dije.
- ¿A si...? - dijo con una sonrisa picara - ¿Puedo hacer esto? - se acerco aun más y me beso repetidas veces.
- Claro que sí..., cuando quieras - dije sonriendo.
- Perfecto - y siguió besándome.

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