Dos desconocidos

Fueron dos desconocidos que un dia se encontraron, fueron dos grandes amigos que después se enamoraron

15 de febrero de 2012

Relato de un dia de un abogado

Este relato de un día en la vida de un abogado, uno de élite.
Por lo general, viste muy bien, con ropa de marca. Es un hombre alto con porte romano, de espalda ancha y piernas largas. Lleva unas gafas de diseño que hacen juego con su pelo negro, con una nariz y boca en perfecta armonía con sus ojos azabache.


Ahora empezaremos con su día, uno cualquiera:
Ese día en especial por una conjunción de los astros y misterios que desconocemos no suena el despertador (la pesadilla de todo abogado profesional). Sin tiempo de desayunar sale corriendo hacia el ascensor que, casualmente, está averiado; así que tendrá que bajar los cinco pisos saltando los escalones. No hay tiempo para coger el coche, un taxi será más rápido. Al acercarse (sudoroso por bajar aquellos cinco pisos corriendo) a la carretera y extender el brazo para llamar a un taxi, éste se acerca para recogerlo justo encima de un charco, empapándolo de agua negruzca y maloliente. Aun así se monta con cara de resignación y cabreo- Se seca como puede con su pañuelo y suspirando se agarra al asiento de delante para hacer que corriera más.

Al llegar se bajó corriendo sin mirar y tropezó con un perro que le mordió el tobillo al pisarlo, con gesto de sorpresa y dolor se levantó y fue al edificio cojeando. Cabizbajo se acercó a la puerta automática que, desgraciadamente, no se abrió hasta que se golpeó la cabeza con ella.

Furioso llegó al ascensor, donde por disimular su aspecto desaliñado miró hacia arriba todo el viaje hasta el piso 20 donde su cara cambió de color y mirando hacia el suelo, fue saludando a sus compañeros hasta llegar a su despacho, donde con prisa echó el cerrojo y se cambió de ropa, lavándose con el agua de un vaso de plástico para comenzar sus reuniones. Por fin pudo pasar el día como otro cualquiera, sonriendo a sus clientes, estrechando la mano firmemente mirando a los ojos de los demás hasta que el día acaba y cuando llega a casa se tira al sofá suspirando con los ojos cerrados y pidiendo que este día no vuelva a repetirse.

Solo el recordar las situaciones que tuvo que pasar se echaba la mano a la cabeza como cuando su jefe lo llamó al despacho y al llegar y ver la cara del jefe, un sudor frío recorrió su cuerpo. Lo saludó estrechándole la mano sudorosa y mientras escuchaba las quejas daba vueltas a un bolígrafo para calmar los nervios y pasaba la mano por su cabeza para que no se notara mientras asentía levemente.

Escrito por: Daniel Soria Cantero

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